jueves, 27 de agosto de 2009

"La ruta 66" (extracto de "Las uvas de la ira")


[...] La carretera La 66 es la ruta principal de emigración. La 66, el largo sendero de asfalto que atraviesa el país, ondulando suavemente sobre el mapa, de Mississippi a Bakersfield, por las tierras rojas y las tierras grises, serpenteando montaña arriba hasta cruzar las cum­bres, siguiendo luego por el deslumbrante y terrible desier­to hasta atravesarlo, alcanzar la nueva cordillera y llegar a los ricos valles de California.

La 66 es la ruta de la gente en fuga, refugiados del polvo y de la tierra que merma, del rugir de los tractores y la dis­minución de sus propiedades, de la lenta invasión del de­sierto hacia el norte, de las espirales de viento que aúllan avanzando desde Texas, de las inundaciones que no traen riqueza a la tierra y le roban la poca que pueda tener. De todo esto huye la gente y van llegando a la 66 por carrete­ras secundarias, por caminos de carros y por senderos ru­rales trillados. La 66 es la carretera madre, la ruta de la huida.

Clarksville y Ozark, Van Burén y Fort Smith están en la 64, que llega a un extremo de Arkansas. Y todas las ca­rreteras pasan por Oklahoma City, la 66 que viene de Tulsa, la 270 que sube desde McAlester. La 81 desde Wichita Falls al sur, hasta Enid al norte. Edmond, McLoud, Purcell. La 66 sale de Oklahoma City; El Reno y Clinton, ha­cia el oeste siguiendo la 66. Hydro, Elk City y Texola; allí acaba Oklahoma. La 66 atraviesa el Panhandle de Tejas. Shamrock y McLean, Conway y Amarillo. Wildorado y Vega y Boise, y termina Tejas. Tucumcari y Santa Rosa, por las montañas de Nuevo Méjico hasta Albuquerque, a donde llega la carretera después de pasar por Santa Fe.

Luego siguen las gargantas del Río Grande hasta Los Lu­nas y más hacia el oeste por la 66 hasta Gallup y la frontera de Nuevo Méjico. Entonces vienen las altas montañas, Holbrook y Winslow y Flagstaff, en las altas montañas de Arizona. Después la extensa altiplanicie, ondulante como un oleaje terrestre. Ashfork y Kingman y de nuevo monta­ñas de piedra donde el agua hay que acarrearla y se vende.

Pasadas las montañas de Arizona, podridas por el sol, se llega a las riberas pobladas de cañas verdes del Colorado y allí termina Arizona. La otra orilla del río es California, que empieza con una bonita ciudad. Needles, a la orilla del río. Pero aquí el río es un extraño. Hacia el norte y tras una pradera abrasada está el desierto. Y la 66 continúa por el terrible desierto, donde la distancia reluce y en el centro las montañas negras cuelgan de forma imposible en la leja­nía. Finalmente se llega a Barstow y sigue el desierto hasta que por fin vuelven a elevarse las montañas, las buenas montañas, y la 66 serpentea a través de ellas. De pronto un paso y al pie un hermoso valle, huertas y viñedos y ca­sitas, y a lo lejos una ciudad, y, ¡oh, Dios mío! hemos llegado.

Las gentes en fuga desembocaron en la 66, a veces un solo coche, otras un pequeño remolque. Avanzaron lenta­mente por la carretera, todo el día y a la noche se detuvie­ron junto a algún arroyo. De día viejos radiadores que per­dían lanzaban chorros de vapor, las bielas flojas martillea­ban con constancia. Y los hombres que conducían los ca­miones y los coches cargados en exceso escuchaban con aprensión. ¿Cuánta distancia hay entre las ciudades? Da pánico el camino entre dos centros. Si se rompe alguna cosa... bueno, si se rompe algo, acampamos aquí mismo mientras Jim va andando a la ciudad, compra la pieza de recambio y vuelve y... ¿cuánta comida nos queda? [...]

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